

La vida de Chuck
Por Roma Tosi
La vida de Chuck es una película escrita y dirigida por Mike Flannagan y basada en un cuento de Stephen King. Dividida en tres actos, la historia juega con el orden cronológico y permite que, como espectadores, nos instalemos en el desconcierto con calma para ir descubriendo pistas que nos harán, como en un caleidoscopio, comprender de otro modo los hechos.
En el primer acto estamos en un mundo en pleno apocalipsis. Pero a diferencia de los fines del mundo a los que nos acostumbramos últimamente, no es algo que sucede de un día para el otro, sino más bien una sucesión de catástrofes que se van naturalizando y que son acompañadas de la pérdida de sentido en la cotidianidad. Por ejemplo, vemos como los padres de los estudiantes de secundario entran en pánico por el cierre de pornhub.
Es que el foco de este primer acto está puesto en el profesor Marty Anderson (Chiwetel Ejiofor) quien continúa con las reuniones de padres, mira películas musicales antiguas y lee en clase poemas de Walt Whitman. El resto de la gente abandona los trabajos, vuelve con antiguos amores o, como el profesor, se aferra a los pequeños gestos. Y en medio de ese bardo, comienzan a aparecer publicidades, carteles y felicitaciones a un tal Chuck (Tom Hiddleston) por sus 46 años.
El segundo acto nos muestra la adultez de Chuck: un narrador en off nos describe a un hombre que no sobresale demasiado en nada. Se trata de un contador que trabaja en un banco, que tiene una vida promedio, un matrimonio largo y un hijo. Sin embargo, la escena que se despliega es una en la que él, sin un motivo aparente, en medio de la calle, se pone a bailar mientras la gente se reúne alrededor entusiasmada.
El tercer acto, la infancia, nos muestra al niño Chuck y su relación con el baile, con sus abuelos que lo criaron y con los personajes que hemos visto o han sido mencionados en los dos actos anteriores. De este modo, junto a la regresión temporal, el presente se va haciendo cada vez más fuerte, entrelazándose con la historia y el leit motiv whitmaniano.
Narrada con economía de efectos, La vida de Chuck explora cómo los pequeños momentos insignificante moldean lo trascendente: un cartel, una clase, una mirada; cada gesto posee el peso del cosmos. Esa es la poética que se construye: convertir lo cotidiano en metáfora y lo efímero en eterno. Nos habla del legado invisible —el que late en quienes amamos—, sin rebuscar dramatismo. Por eso duele y reconforta a la vez.
9/10






LOCO X EL CINE
¿Quién es más loco, el loco, o el loco que sigue al loco? Obi Wan Kenobi - Star wars.