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LA CASA DE TODOS

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Acerca de aprender a limpiar nuestro propio caos…

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"La limpieza es el acto de enfrentarse a sí mismo" 

Marie Kondo

Usos y costumbres distintas, hoy somos más conscientes de los virus y por ende, de las bacterias, esta pandemia tiene un montón de enseñanzas: políticas, sociales, económicas, espirituales  y más. Abordo un poquito el “estar consigo mismo y con la propia mugre” en el lugar que habitamos y que nos devela un poco más acerca de cómo somos en el hogar. ¿Qué tanto hemos construido un refugio?, ¿cómo andan los hábitos de limpieza?, ¿qué tan habituados estamos a limpiar nuestra propia mierda y a ordenar nuestro desorden?

 

Vivir lleva esa capacidad, “si lo ensucias, lávalo; si lo usaste, cuélgalo; si la destendiste, tiéndela; si lo vaciaste, llénalo; si lo tiraste, levántalo”, simple, asumir nuestras pequeñas responsabilidades del diario vivir: ¿Es la limpieza un estado para “darse cuenta”, una invitación para ser consciente de mis acciones y desórdenes? Quizás hay una costumbre latente a que alguien más lo haga por mí, porque vivir así es más sencillo, si nos habituamos demasiado a esto, se van creando algunos problemas. Pero en este país, estamos acostumbrados a que otros hagan, otros limpien, otros accionen, otros nos entretengan, informen, domestiquen, influyan y esta aparente pasividad de señalar al otro, nos ha privado de ese sentido de ocupación en nosotros mismos.

 

Vivir sin tiempo, por eso pago a alguien para limpiar, mis jornadas son largas, es lo menos que puedo hacer, delegar mi tarea, “activar” la pequeña economía de la mujer que limpia (ah porque en mi pequeño universo, aun no conozco varón contratado para el servicio de limpieza, pero eso es otro tema). Limpiar es también un acto de valía y responsabilidad para medir mi fuerza, constancia y ejercitar mis hábitos.

 

¿Ese ejercicio tan simple de limpiar el sitio donde estamos, es acaso un ensayo para ejercer la empatía?, esa que suele ausentarse en tiempos de sobrevivencia o abrirse, según el estado actual de nuestro espíritu. 

 

El Covid-19, fue un llamado a ese lavar “constante”, a eliminar mi mugre, mis “bichos” para evitar que el virus invada mi ser, mantenernos limpios para sobrevivir a la pandemia… cuidar de mí, para cuidar a otros. 

 

Hay un hombre que le fue encomendada la tarea de limpiar una nación que no había tenido mantenimiento suficiente, para limpiar se requiere de los elementos adecuados, de la fuerza necesaria porque suele ser un acto poco cómodo, específicamente limpiar cuando uno no ensució, pero el hombre señala y dice: “yo no fui, ya estaba sucio”, puedo tenerle un poco de empatía, contraté a alguien para que me ayudara a desempolvar mi casa por un mes de ausencia y eso no ocurrió, la furia me invadió, lo hice yo misma, después alguien me ayudó, porque es real, hacer la limpieza en comunidad es un acto de solidaridad, quiero declarar que mi malestar me hizo pensar en mi cómoda costumbre de alguien más haciéndolo por mí.

 

Abrir las ventanas para que el sol entre y la energía fluya, no tanto tiempo porque entonces se corre el riesgo de que entre más polvo. Correr las persianas en la noche, para propiciar la obscuridad, apartar un poco el ruido si se vive en una gran urbe, dejar que el agua recorra los trastos y me recuerde del movimiento constante y necesario, dejar el inodoro reluciente, porque es importante descargarse en un lugar “seguro”, dividir la basura como un estado de clasificar y reflexionar mis consumos, a la otra igual y ahora sí, produzco menos. A veces en ese ejercicio de cohabitar con el otro, pienso: si trabajara en el servicio de basura, ¿cómo me gustaría que me fuera entregada?, al menos los vidrios rotos bien empacados. Eso es filantropía, basura será basura, sí, pero en ese estar concatenados puedo cuestionar si mi producción de basura justifica al menos algo de mi aportación a la comunidad que me rodea. Es sencillo, en un sitio con orden se vive mejor, limpiando nuestro propio caos facilitamos la vida de quienes nos rodean, por eso en mi casa, dejo una fibra para darle una pasadita al lavabo, un cepillo junto al inodoro por si acaso.

 

Sigo ensayando, si sobrevivo a la pandemia, al menos podré tener la costumbre de hacer un poco mejor el lugar de mi presencia.
 

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GADDI MIRANDA

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